En realidad no puedo decir que sepa chino ni que nunca lo haya
aprendido, pero sí que en una ocasión tuve que trabajar en este idioma. Sucedió
cuando era Jefe de Publicidad en ICI-Zeltia (ahora Syngenta), una compañía de agroquímicos
que mantenía muchas y buenas relaciones comerciales con empresas similares de
China y Japón, las cuales le licenciaban productos para que los
comercializásemos en España.
Acababa de realizar un audiovisual (a base de diapositivas –que era lo
más moderno en aquella época- con muchos efectos especiales tales como
fundidos, barridos, parpadeos, mosaicos, etc.) que serviría como carta de
presentación de la empresa ante clientes, proveedores... y otras empresas con
quienes se desease tener buenas relaciones comerciales. Aquello obligaba a
hacer un doblaje del mismo al inglés, pero teniendo en cuenta que una buena
parte de las relaciones comerciales se mantenían con empresas orientales, se
pensó en hacer también otro doblaje... al chino.
El primer reto era buscar un locutor chino, tarea realmente difícil
porque no bastaba con que fuese y hablase chino, sino que tuviese dotes de
locutor. Sin embargo dio la casualidad que el director general de la compañía
(que en aquella época era Alfredo Rubín) estaba aprendiendo ese idioma y su
profesor era un cura español que había pasado muchos años en china, hablaba el
idioma perfectamente y tenía buena voz y dicción. El texto en español se dio a
traducir a través de la embajada y al cura locutor se le ofreció una remuneración
económica que él destinó a los fines humanitarios.
Por fin llegó el día de la grabación. El cura ya estaba en la cabina de
locución. Yo estaba con el técnico de sonido al otro lado, y frente a mí tenía
varias hojas llenas de signos incomprensibles. No podía saber lo que el locutor
estaba diciendo, ni siquiera si la entonación que le daba era la correcta,
porque no tenía n idea de por qué parte de la locución iba. Aquello era
sencillamente caótico.
Decidimos hacer una pausa y le pedimos al cura locutor que nos marcase
en nuestra copia de texto en chino las palabras clave que daban paso a cada
secuencia, para así saber por dónde iba y tener al menos una vaga idea de si él
estaba dando la entonación adecuada a cada párrafo. Tuve que aprenderme, pues,
el sonido que corresponde a algunos de aquellos dibujos que para los chinos son
palabras. Sólo así pude, después, tener una idea de por qué parte del texto iba
el locutor.
Nunca olvidaré el día de su estreno, cuando una delegación comercial
china llegó a nuestras oficinas y se les dijo que, como presentación de nuestra
compañía, les íbamos a proyectar un audiovisual. Mostraron su complacencia pero
pensando que –tal como les habría sucedido en otras ocasiones- dicho
audiovisual estaría en inglés, idioma con el que todos los europeos se
entendían con ellos. ¡Cuál no sería su sorpresa y sus caras de asombro, cuando
comenzaron a ver el audiovisual y, sobre todo, a oír aquella locución en su
idioma natal! No os podéis hacer idea de la cantidad de reverencias,
agradecimiento y elogios que hicieron por haber tenido aquél detalle de
exquisita cortesía. La reunión fue un éxito y pude saber –por lo que ellos
dijeron- que el cura locutor había hecho un buen trabajo. Por mi parte,
recuerdo aquella insólita experiencia como uno de los retos más difíciles de mi
carrera, y es que todo aquello... ¡me sonaba a chino!
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