Como
correspondía a su nuevo cargo de cabeza visible del grupo ICI en España,
Alfredo Rubín se instaló en Barcelona y al poco tiempo creó un Comité de
Comunicación de todas las empresas del grupo ICI en España: ICI España, ICI
Mevisa, Stahl Ibérica, SES Ibérica, ICI Farma e ICI Zeltia. Periódicamente nos
reuníamos para tratar de aunar esfuerzos y potenciar la imagen corporativa del
grupo. En estas reuniones coincidía con la secretaria de Alfredo Rubín, Matilde
Casals, quien me dijo en una ocasión “El Sr. Rubín ha dicho que es una pena que
no sepas inglés, porque sería muy bueno para tu carrera dentro del grupo”. Yo
me quedé con la copla y decidí que tenía que aprenderlo. Me apunté a un curso
de inmersión total en inglés que se desarrollaba durante una semana en régimen
de internado (dos alumnos por profesor, ocho horas diarias de clase y el resto
del tiempo hablando siempre en inglés) en un pueblo de Segovia. Le comenté a
Enrique Portús que quería hacer ese curso aunque yo estaba dispuesto a
pagármelo (300.000 pesetas) y él aceptó que lo hiciese aunque para ello
utilizase una semana laboral. Aquello se tradujo en que por fin pude “soltarme”
en inglés e incluso viajar a una reunión internacional en Manchester para hacer
una chapucera presentación en inglés pero que causó muy buena impresión. Tanto
fue así, que pocos meses después, Portús decidió que otro compañero, el jefe de
Producto Carlos Palomar y yo, fuésemos a hacer otra semana de inmersión a ese
mismo lugar, aunque esta vez pagado todo por la empresa. Esa segunda semana de
inmersión no me dejó tan buen recuerdo (en cuanto a progresos) como la primera,
y así se lo conté a sus responsables, los cuales me ofrecieron otra semana
“gratis total” (tanto para la empresa como para mí) al cabo de unos meses. Fue
así como esas tres semanas repartidas en poco más de un año, me permitieron
defenderme en inglés.
Mientras tanto,
los planes iniciales de la multinacional por dividir el mundo en áreas
geográficas como unidades de negocio (una de ellas era “Iberia”) se vinieron al
traste y decidieron todo lo contrario: en vez de unidades regionales que
agrupasen a todos los negocios, harían unidades de negocio que abarcasen todos
los países. Esto significaba en la práctica la desaparición de ICI España y por
lo tanto estaba de más la figura de Alfredo Rubín. Sin embargo, no eran
aquellos tiempos de tratar a la gente como números y de despedir sin más motivo
que el capricho o la ineficacia de gestión del superior, y por ello le buscaron
un acomodo digno como presidente de ICI Farma aprovechando que el hasta
entonces director general de ese laboratorio se jubilaba.
Yo había
cumplido ya 10 años en el sector agroquímico, me había realizado en el mundo de
la comunicación general, sentía de nuevo la llamada del sector farmacéutico...
y allí tenía ahora a una persona que me conocía perfectamente. Así que ni corto
ni perezoso (era Navidad) le envié una felicitación navideña muy especial:
estaba toda ella escrita en inglés y le explicaba que me había preparado, que
ahora ya sabía hablar inglés, y que estaba dispuesto a trabajar con él si así
lo quería.
Los
acontecimientos se sucedieron entonces muy deprisa. Rubín me llamó y me dijo
que se alegraba mucho y lo tendría en cuenta. Poco después, me volvía a llamar
para decirme que en marzo de ese año el grupo ICI se dividiría en dos, por una
parte se quedaría la parte química (que se seguiría llamando ICI) y por otra se
crearía un nuevo grupo para la parte de biociencia, que se llamaría Zéneca. Era
la oportunidad ideal para contar en el sector farmacéutico con mis servicios,
pero primero tenía que hablarlo con mi actual director Enrique Portús. Así lo
hablaron y no hubo ningún problema en que yo cambiase de empresa dentro del
mismo grupo.
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