En el nauseabundo mundo de la política podemos ver cómo el
poder establecido no consiente que nadie le cuestione y cuando esto sucede toma
sus medidas contundentes. Ejemplos recientes hay muchos. Por ejemplo, cuando el
juez Elpidio Silva acusaba a Blesa (un gran amigo del expresidente Aznar) de
forrarse de manera ilícita, la respuesta de los poderes en la sobra fue muy
sencilla: apartar de por vida de la carrera judicial a ese juez, que ahora solo
puede ganarse la vida como un simple abogado. Otro ejemplo: en la historia
interminable (ya os diré cómo terminará) del juicio a Iñaki Urdangarín y la
infanta Cristina, el fiscal (cuya misión como la de todos los fiscales es
acusar) se ha dedicado a defender a los acusados, especialmente a la hija del
ex rey. Más ejemplos: Cuando la jueza que llevaba el caso de la cúpula del PSOE
en Andalucía (que se quedaba para ellos con el dinero que debería ir destinado
a los cursos de formación de los parados) estaba acumulando ingentes cantidades
de pruebas contra ellos, la respuesta fue igualmente sencilla y previsible: se
la apartó del caso. Y esto es tan así, que hasta en el mundo del deporte
vivimos casos similares: Cuando se destapó el escándalo de los futbolistas que
desviaban a paraísos fiscales los ingresos por sus derechos de imagen para
evitar pagar impuestos, y entre estos futbolistas estaba Cristiano Ronaldo, la
Hacienda pública dijo que los investigaría (a todos menos a él) y un juez dijo
que se prohibía seguir hablando mal de él (así es el poder del presidente del
Real Madrid).
Visto lo cual, me voy a tomar un antiemético y voy a salir a
dar un paseo con mi perro para que me despeje el aire fresquito del invierno.
(PD.- ¿Sabéis cómo acabará el juicio contra Urdangarín y
Cristina? Muy sencillo: ella inocente y él culpable pero como ya ha pasado
tanto tiempo, el delito ha prescrito y por lo tanto puede seguir choriceando
como hasta ahora).
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