Decía hace unos
años un directivo internacional del laboratorio AstraZéneca: “Comunicar es muy
fácil; sólo tienes que decir lo que quieres”. Afortunadamente este directivo
trabajaba en el área de producción y sus opiniones a este respecto no eran
compartidas por el máximo responsable –entonces- de la compañía, Tom McKillop,
para quien la Comunicación (con mayúscula) era un valor estratégico de la
compañía y así lo extendió e impulsó en todas las filiales alrededor del mundo.
Predicando siempre con el ejemplo (él era siempre el primero en estar
disponible para los periodistas), con una actitud proactiva hacia los medios de
comunicación, potenció los departamentos de Comunicación en la compañía en cada
uno de los países en que estaba presente la misma y les animó a trabajar unidos
y compartir experiencias para la mejora continua de su actividad. Fueron años
dorados (1999-2006) para la industria farmacéutica y aquél laboratorio, situado
como el tercero más grande del mundo, se convirtió en una empresa modelo en la
que todo el mundo quería trabajar.
De mi
experiencia en aquella empresa, en la que desarrollé la mayor parte de mi
trayectoria profesional (24 años, en concreto), viviendo adquisiciones,
escisiones, fusiones, cambios de nombre y todo cuando puede acontecer en el
devenir de una compañía comercial, hay mucho que merece ser compartido.
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