Todos estamos hartos de ver cacas de perro por las calles y
en más de una ocasión hemos pisado alguna; y no digo nada si encima esos
zapatos tenían la suela con hendiduras y hay que usar un palillo para ir
sacándola de cada una de ellas. ¿Qué hacemos? ¿Un holocausto canino y muertos
los perros se acabaron sus cacas? ¿Estado de excepción con el Ejército por las
calles para que arresten a los dueños que no recojan las cacas y los manden a
Guantánamo?... Creo que hay soluciones menos drásticas.
Los Ayuntamientos de muchas ciudades y pueblos tuvieron la
genial idea de colocar dispensadores de bolsas para que los dueños las usaran
para recoger las cacas de sus perros. La mayoría de esos dueños, personas educadas,
las utilizaron y esas ciudades y pueblos ganaron en limpieza, higiene y confort
para sus ciudadanos. Pero al cabo del tiempo volvieron a proliferar las cacas. ¿Qué pasó? Pues ni más ni menos que lo que pasa siempre: grandes ideas... que
no tienen continuidad. Los Ayuntamientos empezaron a racanear en bolsas,
reponiéndolas cada vez más tarde y cuando el dueño de un perro quería coger una
ya no quedaban y con gran dolor de su corazón allí se quedaba esa plasta en la
acera. ¿Qué iba a hacer? ¿Volver corriendo a su casa a por una bolsa de la
compra (de esas que ya no dan en los supermercados salvo que la compres) y regresar al mismo lugar para recogerla? Esa
idea de los Ayuntamientos fue la peor posible: acostumbraron a los dueños de los
perros a que tuviesen siempre a mano esas bolsas, y cuando ya se habían
acostumbrado dejaron de reponerlas con asiduidad. Hoy en día, cualquiera que se
pasee por esas ciudades y pueblos de dispensadores vacíos, verá muchas cacas
por la calle y algunos dueños de perros que portan como un tesoro un buen puñado
de bolsas ya que tuvieron que estar atentos, de madrugada, a que el empleado de
la limpieza las repusiera para lanzarse corriendo a por un buen manojo de ellas
y así lograr que al menos su perro no ensuciara la calle. Doy fe de ello. Aquí
en Madrid algunos lunes (sólo algunos) los jardineros reponen las bolsas en los
dispensadores a primera hora de la mañana... a media mañana ya no queda ni una.
Por lo tanto, acabar con esta situación es muy fácil: O bien
se da orden (y material) a los empleados de la limpieza para que repongan a
diario las bolsas en aquellos dispensadores en donde se hayan acabado, o bien
se retiran del mobiliario urbano y se sustituyen por unos letreros que digan
algo así: “La recogida de las cacas de los perros es responsabilidad de sus
dueños que deberán comprar las bolsas correspondientes en... (indicar el tipo
de establecimientos en donde se puedan encontrar)”.
Como se ve no hacen falta ni multas ni campañas de
concienciación, sino sólo un poco de coherencia.
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