Cuando esta pasada primavera paseaba por un parque cercano a
mi casa, contemplé un hecho insólito: una pareja de ánades reales nadaba alegra
con 11 patitos recién nacidos en una ría que recorres este parque, en realidad
es algo así como un estanque de sólo tres metros de anchura que serpentea
durante cien metros, rodeado a ambos lados por la zona de paseo de los
viandantes. Nunca se había visto algo así y muchos dudábamos que aquello
pudiera tener final feliz.
Pero para asombro y alegría, con el transcurrir de los
meses, aquellos once patitos fueron creciendo sanos y robustos y al llegar a su
mayoría de edad echaron el vuelo y se marcharon en busca de otras aguas más
grandes y tranquilas (supongo que el cercano río manzanares o el lago de la
Casa de Campo. Pensábamos que los habíamos perdido de vista para siempre pero
no, se habían ido... ¡a ligar! Y hete aquí que un buen día, paseando por el
parque descubrí que había más de 30 patos (machos y hembras) nadando alegres
por la ría. Todas las noches se marchaban volando a otro lugar y por el día
volvían aquí.
No obstante hay un hecho del que no se percataron muchas
personas y es que no sólo de pan vive el pato. Cada día era frecuente ver
entusiastas paseantes que le echaban pan a los patos como si sólo de esto
dependiese su sustento; ignoraban que la alimentación básica de los patos son
las ovas y algas que crecen en el agua así como algunos minúsculos insectos que
deambulan por la misma; el pan sólo es para ellos una golosina. Nada de esto es
de conocimiento público según parece ya que las panaderías debieron hacer un
negocio extra aquellos meses, ya no se contentaban con echarles unas migas, ya
eran barras de pan enteras. Los patos ya no nadaban en el agua sino en medio de
una masa informe de pan reblandecido que flotaba ocupando casi toda la
superficie de la ría. Pues ni por esas, la gente seguía echando pan.
Ahora que los once patos ya se han casado y tienen sus
parejas estables, sus visitas a la ría siguen siendo frecuentes aunque sólo por
algunas horas al día; sin duda prefieren nadar en aguas más limpias. Gracias a
eso, las barras de pan flotantes van disminuyendo pero ¿qué pasará si esta próxima
primavera vienen a criar aquí no una sino once parejas de patos? Por si acaso
creo que abriré una panadería junto al parque y en sólo unos meses podré retirarme
a vivir de las rentas en una isla paradisíaca.
2 comentarios:
Que buen texto!! Me ha gustado mucho la anécdota de los patitos. Como ocurre con los humanos siempre es bello volver al lugar donde fuimos felices, no obstante si ese lugar pierde su "esencia" es difícil conservar esos buenos recuerdos. Y seguramente a los patitos les ocurrió eso, con la souciedad de las aguas ese lugar desgraciadamente perdió su belleza.
Un saludo
Neus
Bueno, Neus, pues también a ti va ahora dedicado este poema: http://palabrasinefables.blogspot.com.es/2012/01/aquellas-tardes-de-siesta.html
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