Nuestras
experiencias en esta vida son la respuesta a nuestras expectativas. Si vamos de
pesimistas y negativos por la vida, eso será lo que atraigamos a nuestra vida:
desgracias y tristeza. Si por el contrario somos optimistas y buscamos siempre
lo positivo, atraeremos lo positivo a nuestra vida. Esto no quiere decir que
todos los optimistas tengan una vida maravillosa y nunca les suceda nada malo;
ni tampoco quiere decir que a todos los negativos no puedan sucederles cosas buenas;
de lo que hablamos es de la tendencia, de las probabilidades, de lo que se
llama la “Ley de la atracción”. Por lo general, una persona positiva es más
feliz que una negativa, aunque a ambas les sucedan el mismo tipo y número de cosas
buenas y malas, si bien la realidad nos muestra cómo a las negativas les
sucederán más cosas malas que buenas y a las positivas más cosas buenas que
malas.
Pero
esto que estamos hablando, también podemos extrapolarlo a lo que será nuestra
experiencia al otro lado de la barrera de la muerte. Si estamos obsesionados
con la idea del mal, nos toparemos con situaciones malignas; si creemos en el
demonio, nos encontraremos con demonios, pero no porque estos existan sino
porque nuestros pensamientos y emociones crearán la forma mental de un demonio
sin que nos demos cuenta y sin comprender que sólo se trata de la proyección
mental que nosotros hemos realizado inconscientemente.
Y
todo esto, lo negativo, es un círculo vicioso que nos irá atrapando y del que
cada vez nos resultará más difícil salir; pero por otra parte, la visión amable
y positiva de la vida aquí y de la vida tras la muerte, es igualmente un
círculo que nos atrapará pero en este caso en una espiral de felicidad de la
que no querremos salir.
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