Hace muchos años, a principios de los sesenta, tuve la
oportunidad de leer una novela que publicó por entregas un diario de Madrid.
Aquella novela se titulaba “Los marcianos somos nosotros” y narraba la historia
de una civilización que había en Marte, la cual estaba abocada a desaparecer al
estar perdiendo ese planeta su atmósfera y campo magnético. Incapaces de
revertir aquella situación catastrófica, y cuando el fin de aquella
civilización estaba muy próximo, un matrimonio consiguió escapar a bordo de una
nave y se dirigió a un planeta vecino (ese que ahora llamamos “Tierra”) en
donde suponían podrían seguir viviendo. La última frase de aquella novela nos
desvelaba el nombre de aquél matrimonio: Adán y Eva.
Esta novela, como digo, se publicó a primeros de los 60 y
fue años después cuando causaron revuelo unas fotografías de la NASA que
mostraban (en una zona de Marte conocida como Cydonia) pirámides, ruinas de fortificaciones y la cara de una esfinge (ver imagen que acompaña este artículo). Esto viene
relatado de forma muy detallada en el libro “El misterio de Marte”, de Graham
Hancock.
Hace años la CIA reclutó algunas personas con capacidades
psíquicas especiales para que intentasen viajar mentalmente a Marte tanto en
aquél mismo instante como hace miles de años. Estas personas (tal como quedó
registrado en la transcripción de lo que dijeron que “veían”) hablaron de la
existencia de unos seres y de una civilización abocada a la extinción. Todo
esto lo detalló, perfectamente documentado, la web “mundodesconocido.es”.
Más recientemente, las últimas sondas de la NASA que
están explorando Marte, tanto a nivel del suelo como orbitando este planeta,
han descubierto agua en estado líquido (salmuera), grandes reservas de hielo de
agua, y han certificado que en el pasado ese planeta tuvo mares, ríos y lagos,
así como una atmósfera más consistente y un campo magnético más fuerte.
Y hace apenas unos días, el canal de televisión “Historia”
dio a conocer un dato revelador: Cuando los astronautas llevan un tiempo en el
espacio, a bordo de la Estación Espacial Internacional, su ritmo circadiano
cambia. Como sabemos, el ritmo circadiano es un reloj biológico interno que nos
ayuda a adaptar y sincronizar los ritmos biológicos en ciclos de 24 horas. Pero
¿qué pasa con este ritmo cuando se lleva mucho tiempo en el espacio? Pues que aumenta
para acercarse al que tendríamos en Marte en donde los días duran 24,6 horas.
Vengan o no estos datos a corroborar la historia de
aquella novela, lo cierto es que la hipótesis es muy sugerente y nunca debemos
cerrar nuestro razonamiento a ninguna posibilidad por muy remota y absurda que
pudiera parecer. La historia nos ha venido demostrando a lo largo de los
siglos, cómo algo que se creía firmemente durante siglos luego se demostraba
que no era cierto. O eso se cree ahora. O eso creían antes. O eso creerán en el
futuro.
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