Ocurrió en el partido de Champions entre el Atleti y el
Zenith, entre Villa y Leo Baptistao. Koke vio en buena posición a Villa y le
pasó el balón, pero Leo –que venía en carrera y comprendió que tenía mejores
posibilidades- interceptó el pase, controló el balón, disparó a puerta y metió
gol. Nada más marcar, todos corrieron a abrazarle y el primero en correr a
felicitarle y con una sonrisa de oreja a oreja fue Villa. Nada de egoísmos,
nada de protagonismos, nada de “¿por qué no me has dejado ese balón que era
para mí?”. Porque Simeone les ha hecho entender que el fútbol es un deporte de
“equipo” en donde el grupo siempre debe estar por encima de las
individualidades y donde, como dice el entrenador, “el esfuerzo no se negocia”.
Era el gol de la tranquilidad en aquél partido, pero también
era mucho más: era la satisfacción de ver cómo los valores humanos se llevan al
deporte. Y mientras a lo largo del partido los jugadores rusos discutían unos
con otros, en el bando del Atleti no había ni una mala cara sino todo lo
contrario: gestos y actitudes de apoyo unos a otros, porque todos son “un
equipo”.
Ojalá actitudes como esta se diesen en todas las empresas y
ojalá hubiese en todas las empresas directivos como Simeone que pone a la
persona por encima del negocio y pone al grupo humano por encima del individuo.
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