viernes, 20 de septiembre de 2013

La firma del ángel

Para terminar esta relación de historias surrealistas acaecidas en la cuna de uno de los grandes genios del surrealismo, Salvador Dalí, os contaré cómo acabó aquella visita a la que durante tantos años fue su casa. Si recordáis, al llegar hice una foto de la casa y al mirar el resultado comprobé cómo habían quedado fotografiadas sobre aquella casa dos nubes con forma de bigotes dalinianos. Ya en el interior hice una foto a un espejo en donde me reflejaba, y al contemplar el resultado pude ver cómo el destello del flash se asemejaba a mi alma expandiéndose de mi cuerpo, pero además... habían aparecido dos figuras femeninas, una a cada lado, que –aunque quizás fuesen turistas esperando turno- parecían ángeles guardianes pendientes de nuestro cuidado tal como su actitud y posición mostraban.

Pues bien, ya llegamos al final. De regreso al coche, abro el portón trasero y ¿qué me encuentro sobre la repisa? Ni más ni menos que una pluma, quizás de paloma pero quizás también dejada allí por un ángel como testimonio de su presencia.

Debo decir que llevo 42 años conduciendo y he tenido 16 coches a lo largo de mi vida; pues bien, jamás ha entrado nunca en mi coche una pluma de pájaro que haya quedado perfectamente fijada en el centro de la repisa trasera, tal como sucedió ese día. Allí permaneció unos días y después, como por arte de magia, volvió a desaparecer...

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