Antiguamente a las Farmacias se les llamaba “Boticas” y a
los farmacéuticos “boticarios” y –aunque ya existían los laboratorios
farmacéuticos y sus milagrosas píldoras (comprimidos, cápsulas y “papelillos”,
es decir, unos polvos guardados en un papelillo doblado varias veces para que
no escapasen y de ahí echarlos en una cuchara con agua o cualquier otro líquido
para tomarlos), indiciones (inyecciones), pusitorios (supositorios), cremas
(primero “ungüentos” y después “pomadas”) y jarabes (¡Jarabes! ¡Eso se decía
igual!)- los pacientes acudían con frecuencia a la botica con una receta del
médico en donde especificaba los principios activos y proporciones que debía
mezclar el boticario para fabricar él mismo las cápsulas, pomadas, etc. En el
caso de las cápsulas y papelillos, se guardaban en unas cajitas que se
procuraba el propio boticario.
Como prueba fehaciente de aquello, aquí tenemos esta cajita
en donde el boticario dispensaba las cápsulas y papelillos que él mismo había
preparado. De su antigüedad da fe la dirección, “Plaza de la República”, que después
de la Guerra civil pasó a llamarse “Plaza de España”.
Esta pieza, al igual que otras curiosidades, se pueden
contemplar en el “Museo Fisac”, el museo más inefable de todo Internet. La
entrada al Museo es gratuita: "Entrada al Museo Fisac"
2 comentarios:
La labor del boticario de antes era más entretenida que la de ahora y más gratificante,digamos que el paciente estaba en manos del boticario más que del médico.
Bonito recuerdo, esa cajita. La Plaza de la República yo no la conocí; en los años 40 y 50 pasó a llamarse Plaza del Generalísimo, y supongo que a partir del año 1975, se llamaría ya como actualmente: Plaza de España.
MC
Publicar un comentario