En octubre de 1999 puse en marcha una iniciativa sin
precedentes en la industria farmacéutica (y yo diría que en incluso en el mundo
empresarial), la edición de una revista de empresa. ¿Y eso es novedoso? Bueno, lo
realmente novedoso de aquella iniciativa se basaba en dos hechos que nunca se
han dado en ninguna otra publicación de este tipo:
1.- Aun cuando todas las noticias estaban relacionadas con
las actividades o intereses de la compañía, como era lógico, sin embargo el
tratamiento de las informaciones estaba presidido única y exclusivamente por
criterios periodísticos y rigor informativo.
2.- Los contendidos de la revista eran seleccionados y
redactados por los miembros de mi equipo, el Departamento de Comunicación, y
nadie más –absolutamente nadie más, ni el Presidente, ni los directores, ni
ningún otro directivo- veía la revista hasta que esta se distribuía.
Por consiguiente no tenía nada que ver con esas revistas de
empresa donde los contenidos vienen dictados por la dirección de la empresa y
donde la redacción de los artículos pasa siempre por la supervisión (y censura)
de dichos directivos. Aquí, en este caso, nadie dictaba ni supervisaba nada,
sino que eran los propios responsables de comunicación de la compañía quienes
elegíamos libremente los temas, los trabajábamos como material periodístico y
los entregábamos a maquetación sin más supervisión que la nuestra. Incluso esa
maquetación era diferente: mientras que la mayor parte de las revistas de empresa
se editan en formato A4 en el caso de “Información al Día” se editaba en
formato A3 o tabloide, el mismo que utilizan los grandes diarios de información
general.
La puntualidad fue una de mis obsesiones (¿o es que alguien
entiende que pueda ir a un kiosco de prensa a las nueve de la mañana y le digan
que “todavía no ha salido”?) y cada día uno del mes salía una nueva edición que
se entregaba a todos los empleados de la compañía y se enviaba también a todos
los periodistas sanitarios de España, a los responsables de Comunicación de la
central y de otros países con los que trabajábamos en equipo, a varios miles de
médicos lideres de opinión, a la sede de las sociedades científicas y a varios
cientos de colaboradores externos. Además, siempre había ejemplares de la misma
en recepción porque aquella información periodística e independiente –aun
cuando los temas estuviesen relacionados con esa compañía- eran la mejor
tarjeta de visita que podía darse a cualquier visitante, precisamente por su
interés e imparcialidad, dos cualidades imprescindibles para que haya
“credibilidad”.
La revista se estuvo editando durante 83 meses, por lo que
si tenemos en cuenta que salían once números al año (no se editaba en agosto)
esto supuso siete años y medio. Una larga vida para un proyecto cuyas
características no he visto reflejadas jamás en ningún otro.
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