Yo pude ser testigo de esta escena que a punto estuvo de
acabar en tragedia... o al menos en divorcio. Paseaba un señor con su hijo
pequeño y en esto que se encontraron allá a lo lejos a su madre. El niño salió
corriendo para saludar y abrazar, todo contento, a su madre.
- ¿Qué tal lo habéis pasado? –le preguntó la madre al pequeño.
- Muy bien, mamá, hemos estado viendo pezones.
- ¿Qué tal lo habéis pasado? –le preguntó la madre al pequeño.
- Muy bien, mamá, hemos estado viendo pezones.
La madre quedó petrificada y lanzó una mirada asesina al
marido que se acercaba a ella ajeno a las palabras que su hijo acababa de
pronunciar.
- ¡Sinvergüenza! –gritó la madre- ¡Eres un degenerado! ¡De modo que te dejo al cuidado del niño y lo único que se te ocurre es enseñarle guarradas!
- ¡Sinvergüenza! –gritó la madre- ¡Eres un degenerado! ¡De modo que te dejo al cuidado del niño y lo único que se te ocurre es enseñarle guarradas!
El padre quedó perplejo porque no sabía a cuento de qué
venían esos improperios.
- Pero ¿qué dices? Si el niño se ha portado muy bien.
- Pero ¿qué dices? Si el niño se ha portado muy bien.
Y el niño, para arreglarlo le dijo a su madre:
- Y además me he portado como los mayores y los he tocado... y me daba un poco de cosa, pero estaban muy suaves...
- Y además me he portado como los mayores y los he tocado... y me daba un poco de cosa, pero estaban muy suaves...
La madre no pudo contenerse y le arreó un bolsazo al marido,
que se quedó atontado viendo las estrellas, mientras ella cogía de la mano al niño y
se lo llevaba con cajas destempladas.
- Pero mamá –protestó el niño- ¿por qué te enfadas? ¿No quieres ver tú los pezones que hay en aquél estanque?
- Pero mamá –protestó el niño- ¿por qué te enfadas? ¿No quieres ver tú los pezones que hay en aquél estanque?
Y entonces la madre cayó en la cuenta de que eran peces
grandes a lo que el niño se refería.
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