Hace poco vi en la televisión un
reportaje sobre los videntes y curanderos; en el mismo se decía que su negocio aumenta
en tiempos de crisis y que en España ya hay el mayor número de videntes y
curanderos por kilómetro cuadrado, de toda Europa. ¿Cuál puede ser la razón de
su éxito? ¿Cómo puede creerse la gente que son capaces de curar cualquier
enfermedad o de remediar cualquier mal de amores? Pensé sobre esto y encontré
la respuesta: cuando acudes a un curandero o vidente encuentras cariño,
comprensión, alguien que se interesa por ti, que te escucha, que te sonríe, que
te dice palabras amables… Por el contrario, ¿qué ocurre cuando vas al médico?
Pues eso, todo lo contrario: antes de que hayas completado la primera frase ya
te ha despachado con una receta de paracetamol o ibuprofeno y está llamando al
siguiente paciente. Como además, la mayoría de nuestros males están en el
cerebro, el efecto placebo es muy importante, y por eso unas palabras amables y
un poco de tiempo para escucharte surten más efecto que la mejor medicina
despachada a toda pastilla y sin la menor empatía.
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