El balón acude a la consulta del psiquiatra. Una vez el
diván, le dice:
- A veces me desinflo.
- A veces me desinflo.
El psiquiatra trata de insuflarle aire y coloca el racord
en su boquilla y con enérgicos movimientos le hace inspirar.
- ¿Se encuentra ya mejor? –pregunta el psiquiatra- Bien, ahora dígame qué le pasa.
- La gente no me quiere, todos me tratan a patadas. No hago más que ir de un lado a otro sin rumbo fijo y tan pronto voy hacia una portería como hacia la contraria.
- ¿Y no ha notado nunca ninguna muestra de afecto?
- Sí, pero todo es falso. A veces me cogen con mimo, me limpian el barro y me depositan con cuidado en el césped, pero cuando ya empiezo a esbozar una sonrisa y sentirme relajado, entonces el que yo creía mi amigo va y me pega un patadón.
- Le noto con baja autoestima y eso no es justo. ¿No se ha dado cuenta de lo importante que es? Todo el mundo está pendiente de Vd. y le dedican más minutos en los medios de comunicación que a cualquier político.
- Eso sí es verdad. Soy el centro de atracción.
- Además –prosiguió el psiquiatra- los mejores jugadores quieren llevárselo a su casa al acabar el partido y eso no está al alcance de cualquiera; es más, diría que Vd. es un privilegiado. ¡Cuántos querrían irse a casa de Falcao o de Messi después de un gran partido!
- Es cierto, Dr., yo también podría acabar viviendo en casa de uno de ellos.
- Pues hala, no se hable más. Salga ahora mismo dispuesto a comerse el mundo y a ser el protagonista del próximo partido.
- ¿Se encuentra ya mejor? –pregunta el psiquiatra- Bien, ahora dígame qué le pasa.
- La gente no me quiere, todos me tratan a patadas. No hago más que ir de un lado a otro sin rumbo fijo y tan pronto voy hacia una portería como hacia la contraria.
- ¿Y no ha notado nunca ninguna muestra de afecto?
- Sí, pero todo es falso. A veces me cogen con mimo, me limpian el barro y me depositan con cuidado en el césped, pero cuando ya empiezo a esbozar una sonrisa y sentirme relajado, entonces el que yo creía mi amigo va y me pega un patadón.
- Le noto con baja autoestima y eso no es justo. ¿No se ha dado cuenta de lo importante que es? Todo el mundo está pendiente de Vd. y le dedican más minutos en los medios de comunicación que a cualquier político.
- Eso sí es verdad. Soy el centro de atracción.
- Además –prosiguió el psiquiatra- los mejores jugadores quieren llevárselo a su casa al acabar el partido y eso no está al alcance de cualquiera; es más, diría que Vd. es un privilegiado. ¡Cuántos querrían irse a casa de Falcao o de Messi después de un gran partido!
- Es cierto, Dr., yo también podría acabar viviendo en casa de uno de ellos.
- Pues hala, no se hable más. Salga ahora mismo dispuesto a comerse el mundo y a ser el protagonista del próximo partido.
Y el balón, más relajado, salió de la consulta del
psiquiatra dando botes.
PD.- En la imagen, fragmento de una portada de la revista
“mediapunta”.
2 comentarios:
Buena terapia para el balón...se nota que ese psiquiatra es un gran profesional.
Muy original e imaginativo, y con mucha base en la realidad; me ha gustado.
MC
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