Aunque los medios de comunicación, recogiendo el sentir popular, ya habían hablado de este tema en repetidas ocasiones, ahora -cuando toma carta real de naturaleza- la noticia ocupa hoy un espacio destacado en todos los medios: cada sesión del Senado costará 12.000 euros más que hay que pagar a los traductores para que cada senador pueda dejar de hablar en el idioma que todos entienden y que es el oficial del Estado, para pasar a hablar en el idioma de su mini-país respectivo.
No me extraña que la portavoz del PP en el Senado dijese: “Soy gallega, como también lo fueron mis padres y todos mis ancestros. Amo a mi tierra, sus costumbres, su cultura y su lengua, pero voy a hablar en la lengua en la que ustedes durante estos tres años me han estado entendiendo y me entienden todos los ciudadanos”.
En un país en caída libre hacia el abismo, con un constante aumento del paro, reducción de los salarios, aumento de impuestos y empobrecimiento general de la población, es realmente de estúpidos aumentar el gasto de cada sesión parlamentaria en 12.000 euros para este capricho absurdo.
Desde aquí damos el Premio a la estupidez a todo el colectivo de políticos que han hecho posible tal disparate.
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