Los fines de semana son para descanar y no hay que ponerse serios ni trascendentes, así que aquí os dejo esta sonrisa:
Hace muchos años que yo fui torero. Mi carrera fue de éxito (no llegó a pillarme el toro) y muy rápida (salí de la plaza a toda pastilla). Mi valor, inconmensurable, si no, véase la enorme longitud de mi brazo y esa cara de fiereza ante la bestia. Os aseguro que si el brazo está tan estirado es porque no podía estirarlo más. Después el toro no se enamoró de la Luna (porque era de día) así que se enamoró de mí y tuve que poner pies en polvorosa. No me dieron la oreja y es una pena, porque me hubiera venido muy bien ahora que estoy un poco sordo.
1 comentario:
Jajaja Vicente... estas entradas tuyas así son impagables.
Un besazo
PD Una absoluta cara de fiereza sí.
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