
Recuerdo que apenas siendo un niño, aficionado a la lectura de todo tipo de comics, muy pronto compré mi primer libro de adulto; era un librito sobre Islandia y quedé fascinado de la belleza de la naturaleza en todo su esplendor que aún podía percibirse en algunos de sus parajes vírgenes. Tendría entonces siete u ocho años, y recuerdo leer ensimismado aquél librito subido a la copa de un árbol en la finca del pueblo. Me prometí que algún día vería a aquello con mis propios ojos.
Ahora, medio siglo después, aquél sueño se va convertir en realidad. Sentiré que Gaia, la madre Tierra, aún está viva y hablaré con ella. Me contará que ya está harta de esta plaga de piojos que somos los humanos y que muy pronto se sacudirá para esparcirnos lejos y dar lugar a una nueva era, libre ya de estos parásitos. Falta poco y, por eso, antes de que todo cambie y la humanidad sea historia, me gustará haber sentido tan de cerca su palpitar y hálito de vida.
Hasta pronto, madre, yo también quiero abrazarte.