martes, 27 de mayo de 2008

¡Qué bonita es la ambición!

Sí, pero la ambición de no ambicionar otra cosa que ser feliz. Y para ser feliz hace falta tan poco... sólo estar en paz con uno mismo.

Cierto es que se necesitan tener cubiertas unas mínimas necesidades materiales, pero a partir de ahí, poco más. Con cuanta razón se dice que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.

Pasar un fin de semana, relajado, con tu familia, es más gratificante que pasar un fin de semana trabajando para hacer méritos y conseguir ese ascenso que te de más poder. ¿Poder? ¿Qué clase de poder es ese que hay que pagar con el precio de tu tiempo libre? Que nadie se engañe: hay que trabajar y hacerlo bien, pero en el marco que establece cada convenio. Fuera de ahí, sólo hay dos caminos: el de tu libertad personal y el de la esclavitud por seguir subiendo escalones en esa escalera sin fin de la ambición.

Por poner un ejemplo: Ahora mismo, mientras hay personas que no son capaces de saber a qué hora del día o de la noche pondrán fin a su jornada laboral para poder terminar ese informe con el que deslumbrar a su jefe, yo estoy aquí en casa “trabajando” en amaestrar a mi cotorra argentina (Pichí) y mi “ambición” que es mucha, es conseguir que se convierta en un perrito faldero (¡y lo voy consiguiendo!)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace teimpo que escribí una entrada que se titulaba algo así como 'El bello arte de perder el tiempo'. El título te lo dirá todo. Suscribo al cien por cien tus palabras. Mientras la gente se desespera por ganar más dinero y su infelicidad la lleva a la tuemba bien prontito, otros preferimos vivir lento, en la medida de nuestras posibilidades. Es difícil, pero a base de no hacer nada se consigue.