sábado, 7 de mayo de 2022

El bolso de Mary Poppins

Seguramente recuerdas la película de Mary Poppins y cómo esa especie de hada buena llevaba consigo un gran bolso que parecía no tener fondo, porque de él podía sacar todo lo que quisiese. ¿Qué me dirías si te dijese que ese bolso existió realmente? Y si no te lo crees, pregúntaselo a Aurora…
 
Aurora era la secretaria del Departamento de Publicidad y Javier Cebrián y yo dos gamberros a los que nos gustaba divertirnos con nuestro trabajo y gastar bromas siempre que teníamos oportunidad… que era a diario. Como a Aurora la teníamos muy cerca… era víctima de nuestras bromas con mucha frecuencia. Una de ella debió estar inspirada en el bolso de Mary Poppins.
 
Conscientes de cómo las mujeres llevan siempre sus bolsos llenos de cosas… que luego nunca encuentran cuando intentan buscarlas, decidimos que podíamos llevar eso a un nivel superior. A Javier se le ocurrió añadir unas cuantas cosas a su bolso y aprovechando que salía un momento del despacho le metió dentro una grapadora, un portalápices, cuatro cintas de casete, un libro, dos cajas de clips… y no sé cuántas cosas más hasta que quedó completamente lleno y entonces lo cerró. Nosotros dos, como dos angelitos, seguimos con nuestro quehacer habitual, con cara de no haber roto nunca un plato.
 
Al cabo de un rato fue a coger su bolso y no pudo levantarlo de todo lo que pesaba, lo abrió asustada y empezó a sacar unoa tras otra todas las cosas que le habíamos metido, mientras nosotros nos partíamos de risa. Y no fue la única vez. Hubo más. Y más risas, por supuesto.
 
Otra vez, sin que se diese cuenta, convertimos su coche en un taxi. Tenía un Ford Fiesta blanco que había aparcado a la entrada. Sin que nos viera, salimos y le pusimos un envase vacío de yogur, pintado de color verde en el techo, como si fuese la luz de “libre” de los taxis. En el lateral del copiloto (para que ella no lo viese al ir a coger el coche) le pegamos una tira de papel rojo en diagonal, igual a la que llevan los taxis de Madrid. Visto desde el lado del copiloto parecía un taxi libre. Sin embargo, como ya nos tenía calados, esa vez se dio cuenta antes de poner en marcha el coche, aunque no pudo evitar nuestras carcajadas.


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