(AZprensa) Cuando dos
animales salvajes se enfrentan en su lucha por la supervivencia, la clave está
en comer y no ser comido, en morder y matar a la presa antes que esta te muerda
a ti y te conviertas tú es su presa. En la civilización moderna nos lo dan todo
hecho y lo que nos sirven ya está muerto e incluso cocinado, por lo que sólo
hay que morderlo para saborearlo. Pero ¿has tenido alguna vez la necesidad de
morder a tu presa antes que esta te muerda a ti? Seguro que no, pero algunos sí
que se han visto en esa tesitura. Esta es la historia.
Las
aventuras de nuestro compañero Luis García por países exóticos servían para
amenizar nuestros ratos de descanso durante el trabajo. De su viaje a la India
nos contó que una vez llegaron a un poblado y poco después vieron cómo el jefe
del poblado dabas unas órdenes que no entendieron, pero sí que vieron cómo tres
personas asentían con reverencia las palabras de quien les mandaba y al poco
salían corriendo del poblado.
No se les
volvió a ver en todo el día y al llegar la noche y la hora de la cena,
invitaron a Luis y sus acompañantes a la cena. Para ello se había dispuesto en
una choza una estera en el suelo y sobre ella diversos cuencos, unos con puré
de no se sabe qué, otro con algunos frutos, otros con unas hierbas que se
suponía eran comestibles… y un recipiente de madera más hondo pero que no tenía
nada. Ese recipiente parecía ser el plato principal de la cena… aunque de
momento no había nada en su interior.
Ya estaban
todos sentados en el suelo alrededor de la estera con todos los “manjares” pero
nadie comenzaba a cenar. Echando cuentas, comprendieron que faltaban las tres
personas que habían salido esa mañana a no se sabe qué y parecía que, por
cortesía, los estaban esperando.
Al cabo de
un rato alguien gritó y dio la voz de alerta: ¡Ya llegaban los tres emisarios!
Cuando entraron en la choza fueron recibidos con desbordada alegría, sobre todo
cuando ellos mostraron una bolsa que parecía contener una buena cantidad de
algo, sin duda aquello que habían ido a buscar para cenar y que les había
costado todo un día de trabajo.
Le dieron la
bolsa al jefe y este, todo orgulloso, dijo algo a nuestros invitados que estos
no entendieron, pero que reflejaba la importancia que daba al contenido de esa
bolsa que habían traído como homenaje a los visitantes. Abrió la bolsa y echó
el contenido en el cuenco de madera. ¡Cuál no sería la sorpresa de Luis y sus
amigos cuando vieron que lo que allí echaba eran escarabajos vivos!
El que les
servía de intérprete les explicó que ese era un manjar muy difícil de conseguir
y que había costado todo un día de trabajo a tres hombres de aquél poblado, y
todo eso lo habían hecho en honor de los invitados, así que no se podía hacer
el feo de no comerlos. Luis y sus amigos sudaron tinta pero comprendieron que
estaban obligados a comer algunos de esos escarabajos y además darles las
gracias a sus anfitriones.
Como
invitados de honor que eran, debían ser ellos los primeros que degustasen ese
manjar, así que Luis, con la mano temblorosa cogió un escarabajo y se lo llevó
a la boca. “Stop!”, gritó el intérprete, mientras los demás miraban con cara de
susto cómo Luis estaba a punto de meterse el escarabajo en la boca. El
intérprete le explicó cómo debía comerse: “Primero tienes que matarlo de un
mordisco y luego ya te lo puedes comer, porque si te lo metes vivo en la boca,
será él el que te muerda”.
Y así fue
cómo mi amigo Luis tuvo que convertirse en depredador para no verse
transformado en presa.
“Memorias de un Dircom” https://amzn.to/32zBYmg
No hay comentarios:
Publicar un comentario