lunes, 9 de mayo de 2022

La comida era una mierda

Seguro que alguna vez has puesto cara de desagrado ante el plato que te servían y has dicho eso de “esta comida es una mierda”; pero ¿te has parado a pensar que la mierda sí puede ser una comida? No, no estoy hablando de bacterias ni de moscas u otros insectos. Esta historia es real y tal como me la contaron os la cuento…
 
Luis García era un compañero de trabajo al que le gustaba mucho viajar a países exóticos. En una ocasión nos contó algunas de las divertidas anécdotas que le pasaron durante un viaje a la India. Fueron a visitar un pequeño poblado en donde recibieron los agasajos de sus humildes moradores, pero en esto que sintió la urgente necesidad de ir al servicio. ¿Al servicio? ¿A qué servicio? Aquello eran cuatro chozas en mitad de la selva. ¿Cómo hacían allí cuando apretaba la necesidad?
 
Tras explicar, más por señas que en inglés, qué era lo que necesitaba, le indicaron que se subiese a lo alto de una torreta, en donde había una caseta en donde podría hacer sus necesidades. A Luis le extrañó ese extraño WC situado a varios metros de altura sobre el suelo, pero como la necesidad era la que mandaba, subió por la escalera hasta la pequeña caseta situada allí en lo alto. Dentro de la caseta sólo había un agujero en el suelo, por donde se suponía que debía echar sus excrementos. Miró por el agujero y debajo de él sólo vio el suelo, lo cual le extrañó porque si la gente hacía allí sus necesidades, lo lógico era que el suelo estuviese lleno de eso… pero no, sólo se veía la tierra del suelo. Por un momento pensó que le estaban gastando una broma, pero no era cosa de seguir aguantándose las ganas para bajar y pedir explicaciones. Como, al menos allí dentro de esa caseta, había intimidad, se bajó los pantalones y calzoncillos, apuntó hacia el agujero y comenzó la faena.
 
Apenas si había expulsado el primer chorizo cuando se escuchó un tremendo alboroto, carreras, gritos, gruñidos… No sabía qué estaba pasado allí abajo pero lo primero era lo primero así que terminó de hacer sus necesidades lo más rápidamente que pudo, salió de la caseta y comenzó a bajar la escalera, pero a medio camino se detuvo al contemplar el espectáculo que había justo debajo: varios cerdos se peleaban entre sí para comerse los chorizos que había soltado desde arriba. Tanta era el hambre en aquella zona que hasta la mierda humana les parecía un manjar a los cerdos. Después le explicaron que la razón de poner la caseta allí arriba era precisamente para evitar que los cerdos, por el ansia de comer, se abalanzasen sobre ti cuando en cuanto viesen que te bajabas los pantalones. Creo que quedó tan impresionado que durante muchos días después siguió mirando a todas partes cada vez que iba a hacer caca, por si pudiese haber algún cerdo cerca… aunque estuviese en una habitación de hotel en la ciudad.


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