“La verdad sólo es un punto de vista”, así de rotundo es
el título de este peculiar libro de pensamientos, opiniones y comentarios
variados. En honor a la verdad hay que decir que la frase no es mía sino que
los guionistas la pusieron en boca de Ángela Channing, la principal
protagonista de aquella mítica serie de televisión llamada “Falcon Crest”.
Esa premisa, la de huir de eso tan común entre los
humanos que es creerse siempre en posesión de la verdad, me inspiró en el año
2007 la idea de adentrarme en el mundo de los blogs. Mi amiga de juventud,
Blanca Escudero, me mostró el camino con
un blog que tenía ella y cuyo título era igualmente inspirador: “Utopía
existe”. Pero yo debía dar un título igual de original al mío y la inspiración
me llegó de la mano de otra amiga, Violeta Rodrigo. Esta me contó un día que
había visto una web donde se podían apadrinar palabras
(www.reservadepalabras.org); ella eligió la palabra “inefable” y cuando tuvo
que explicar los motivos que le llevaban a apadrinar esa palabra, expuso que lo
hacía “por razones que no pueden explicarse con palabras”.
Fue así como bauticé a mi blog como “Palabras inefables”,
es decir, palabras que no se pueden explicar con palabras. “Inefable” viene del
latín “innefabilis”, es decir, “indecible, que no se puede expresar con
palabras”; por consiguiente “Palabras inefables” son “palabras que no pueden
expresarse con palabras”. Todo un contrasentido ¿verdad? Igual que la vida
misma: Lamamos vida a ese pequeño lapso de tiempo que estamos aquí y llamamos
muerte al resto de nuestra vida.
En este libro he recogido una selección de comentarios,
opiniones personales, sobre los más variados aspectos de la vida (en general
temas esenciales) y de la actualidad (en general temas polémicos) escritos a lo
largo de estos últimos años. Cuando cualquier persona emite su opinión suele
creerse en posesión de la verdad más absoluta, siempre cree estar en lo cierto
mientras que los demás están equivocados. No es así en mi caso. Al revés. Yo
creo que nadie está en lo cierto (y si lo estuviese sería por pura casualidad)
y la prueba de ello es que constantemente vemos ejemplos de cómo nuestros
sentidos nos engañan. “Es que lo he visto con mis propios ojos”, decimos con
frecuencia para dar carta de certeza a algo; pero eso no quiere decir que lo
que hemos visto sea lo que de verdad era. Hay infinidad de ejemplos que nos
demuestran cómo nuestra vista nos engaña. ¿Quién no recuerda una de esas
ilustraciones donde percibimos movimiento cuando en realidad es un simple
dibujo? Y lo mismo sucede con el resto de nuestros sentidos y, por supuesto con
nuestro conocimiento del mundo que nos rodea. Constantemente, a lo largo de la
historia, se han afirmado determinadas cosas que, pasado el tiempo, se
demostraba que eran falsas y se ponían en su lugar otras consideradas como
verdaderas… hasta que al cabo del tiempo se demostraba que también eran falsas…
Pues a pesar de esto, el ser humano no escarmienta y
sigue convencido, tanto a nivel colectivo como a nivel individual, que la
verdad sólo es una y es –precisamente- la que él cree. Y si así se quedase la
cosa, no estaría mal, pero lo malo es que “esa verdad” que tiene cada uno la
quiere imponer a los demás y estigmatiza e incluso ataca, persigue, denigra,
critica… a quienes opinan de manera diferente.
En los tiempos actuales estamos viviendo una vuelta al
absolutismo, al poder absoluto, al pensamiento único. Desde los poderes
políticos y económicos se nos impone no ya sólo una manera de vivir, sino
también una manera de pensar, y a quien no piensa igual se le ataca sin piedad
y si llega el caso se le sanciona e incluso se le encarcela. Todo aquél que no
piense como los poderes públicos ordenan, es apartado e incluso aplastado
(según sea su grado de influencia en la sociedad).
Contra todo eso me he rebelado siempre. La libertad de
expresión es permitir que cada uno exprese sus ideas aunque estas sean
contrarias a la norma establecida. Y está claro que la libertad de expresión no
existe. En las dictaduras, todo aquél que manifiesta opiniones contra el
gobierno, es represaliado; todo aquél que pide democracia y libertad de
expresión es castigado. En las democracias, todo aquél que defiende las
dictaduras es igualmente represaliado; todo aquél que defiende públicamente el
pensamiento único y que no exista libertad de expresión, es sancionado. Por
consiguiente, ni en dictadura ni en democracia hay libertad de expresión.
Por otra parte todos –o casi todos- nos debemos a alguien
y eso frena nuestra libre opinión. Aquellos que trabajan no pueden decir
libremente y públicamente aquellas cosas que vayan en contra de su empresa o de
los intereses de su empresa; de hacerlo estarían perdiendo su prestigio
profesional y puede que hasta su puesto de trabajo. Incluso si no se está en el
mercado laboral, hay opiniones que van en contra de “lo establecido”, que “se
salen de madre”, que “no son políticamente correctas”, que son “ofensivas”...
porque esta sociedad está instalada en la mentira y la hipocresía como
baluartes de convivencia. Y así nos va. Decir la verdad de lo que uno piensa
suele resultar muchas veces provocador, irritante... lo cual frena constantemente
nuestra libertad, esa de la que tanto alardeamos.
Llegada la jubilación se adquiere, no obstante, algo de
esa libertad que tanto añorábamos. Sin ataduras ni compromisos laborales, con
la condescendencia ganada por la edad, un viejo puede decir las cosas que
piensa más libremente, con voz suave, sin estridencias... y no por ello menos
afiladas.
Por eso yo opino en libertad sobre todo lo que me
apetece, pero quede bien claro que no pretendo con ello “sentar cátedra” ni
convencer a nadie; antes al contrario, a lo máximo que aspiro es a que mis
“palabras inefables” sean como el picotazo de un mosquito que te lleven a ti
también a pensar y a emitir tu propia opinión sobre ese tema. Ten por seguro
que mis opiniones están equivocadas... y las tuyas también.
¿Y entonces qué hacer? Pues eso, seguir en esta vida
trabajando, aprendiendo, descubriendo, equivocándonos una y otra vez y
volviendo a empezar una y otra vez... ese es nuestro destino. Se nos dieron
unos talentos (la inteligencia) para trabajarlos. Unos han tenido más, otros
hemos tenido menos, pero no se nos exige por lo que tengamos sino por la forma
en que lo administremos. Si somos productivos, si trabajamos con esfuerzo y
procuramos –gota a gota de sudor- ser cada día mejores... estaremos en el
camino correcto. No veo otra alternativa.
Te invito, pues, a adentrarte en este variopinto mosaico
de opiniones “inefables” para que allí –desde tu confortable distancia- rebatas
mis opiniones, me digas lo equivocado que estoy y qué es lo correcto en cada
caso. Ese es el juego, sabiendo ambos que ninguno está en lo cierto... aunque
lo cierto es que todos debemos jugar el juego que estamos viviendo y que
algunos llaman “vida”. Y eso sí, he procurado que estas opiniones y comentarios
tengan “chispa”, sean originales, a veces divertidos, con frecuencia
sorprendentes y siempre, siempre... entretenidos, para que pases un buen rato
al leerlos.
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