Si decimos que Dios concibió al hombre a su imagen y
semejanza, debemos entenderlo en el sentido de que su esencia se derramó dentro
de los seres creados. De esta forma, si tenemos en nuestro ser la esencia de
Dios esto debe significar que también tenemos algún poder.
En nuestro interior reside lo que algunos llaman el “maestro
interno”, un principio o poder que puede “hacer cosas”que nuestro ser físico es
incapaz de hacer.
Nuestro ser físico, racional, puede sugerir a ese ser
interno que reside en nosotros, que haga ciertas cosas, pero mientras no haya
confianza entre nuestro ser interno y nuestro ser externo, no podremos
conseguirlo.
Nuestro ser interno, nuestra alma, forma parte de esa mente
suprema que llamamos Dios. Como hijos suyos tenemos poder para conseguir muchas
cosas que el rudimentario ser físico en el que habitamos pueda siquiera
imaginar; pero, eso sí, está claro que todo aquello que pidamos ha de ser bueno
por naturaleza y provechoso para nosotros y los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario