En las escrituras budistas se habla del nirvana como la
cesación del egoísmo. El nirvana, del que hemos oído hablar alguna vez, es un
estado que se alcanza mediante la meditación al conseguir aislarse de los
sentidos físicos, dejando dormida la razón. Se alcanza entonces una gran paz
interior, una sensación de exaltación interior que nos revitaliza física y
espiritualmente.
Pero llegar a ese estado no es tan difícil como pudiera parecer,
si bien exige estudio y práctica (las palabras inefables, especialmente
aquellas que venimos escribiendo en este blog desde el pasado 24 de septiembre
de 2015, pueden ayudar a ello).
Tampoco es necesario dedicar largas horas para entrar y
mantenerse en ese estado. En realidad –y una vez que con la práctica hemos
conseguido aislarnos del mundo material- sólo bastan unos pocos minutos al día
para dar a nuestra vida un soplo de plenitud. No se trata de escapar del mundo
ni de nuestras obligaciones, sino de dar a nuestra alma-personalidad la
oportunidad de desarrollarse.
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