Si algún empresario se decide a lanzar un nuevo periódico o
a cambiar el nombre del suyo, le propongo este nombre de marca: “Ayer” o bien
“Diario Ayer” o de forma más explícita “Las noticias de ayer”. En efecto, los diarios
en papel sólo sirven hoy día para leer las noticias de ayer.
Precisamente ayer por la mañana me disponía a leer el
periódico cuando escuché en la radio la noticia de la dimisión del Papa.
Lógicamente dejé el periódico allí, muerto de risa, porque no iba a aportarme
ninguna información sobre el susodicho acontecimiento. Así que fui a Internet y
allí encontré toda la información que quería.
¿Para qué sirve pues un periódico? Para enterarse de las
noticias, desde luego que no.
Luego, por la tarde, caminaba por la calle y me fijé en
varios cadáveres en avanzado estado de descomposición que se repartían por la
acera. ¿De qué cadáveres hablo? Pues ni más ni menos que de los clásico kioscos
de prensa cuyo esqueleto aún permanece anclado en las aceras mientras el óxido
y el polvo los van desintegrando, testigos fieles del paso implacable del
tiempo; de un tiempo que ya pasó para ellos y quién sabe si quizás también para
nosotros.
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