martes, 22 de agosto de 2023

Al cielo no van los vagos

Hay muchas personas que consideran que la vida es simplemente vegetar, no hacer nada, dejar pasar el tiempo. Y como no hacen nada malo (aunque tampoco nada bueno) se creen que al morir irán a parar al cielo. Craso error. Convendría recordarles aquella parábola del Evangelio cuando Jesús cuenta que un señor (terrateniente o empresario) se iba a ausentar de su hacienda así que entregó dinero a tres de sus siervos de confianza, a uno de dio 5, a otro 2 y a otro 1, según las aptitudes de cada uno. Al volver, el que recibió 5 le devolvió los 5 más las ganancias; el que recibió 2 le devolvió los 2 más las ganancias; pero el que recibió 1 le confesó que tuvo miedo a perderlo y lo guardó, así que sólo le dio lo mismo que el señor le había entregado. Ese gran señor felicitó y premió a los dos primeros, porque habían trabajado y se habían esforzado por generar beneficios para su señor, y castigó al perezoso que no quiso trabajar ni esforzarse y se había limitado a devolverle lo mismo que le habían entregado, sin producir nada. Tanto es así que el señor le dijo que para eso, más le hubiera valido meterlo en el banco porque así al menos habría recuperado su dinero con intereses.
 
Aplicando esto a la vida real, vemos cómo nuestra misión en este plano de existencia no es la de vegetar sino la de producir, y eso implica trabajo, esfuerzo, superación de obstáculos y retos. El que se toma la vida como una superación constante (aun a riesgo de equivocarse y perder muchas veces, pero siempre sin desanimarse y sin dejar de luchar) no sólo en el plano material sino también y sobre todo en el plano espiritual, es el que está haciendo lo correcto.
 
Recuerda: Tenemos la obligación, realmente la misión, de perfeccionarnos y superarnos a nosotros mismos cada uno de los días de nuestra vida. Hay que trabajar para intentar ser –cada uno en la medida de sus posibilidades- el mejor profesional o al menos conseguir ser mejor profesional cada día. Y hay que trabajar nuestro ser interno, nuestro ser espiritual, mediante la lectura, el estudio, la meditación, la entonación con “el Dios de tu corazón”, desterrando de nuestra mente pensamientos negativos y dando cabida a pensamientos positivos para que así estos se irradien a cuantos nos rodean.
 

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