Hoy
voy a hacer un punto y aparte para tratar un tema muy concreto y es el de los
suicidas. Está claro que el suicidio atenta contra la Ley Natural, ya que todos
los seres vivos llevamos la impronta de la supervivencia; por lo tanto,
matarnos a nosotros mismos va en contra de lo natural.
En
algunas experiencias cercanas a la muerte, esas en que las personas han sido
declaradas clínicamente muertas y sin embargo han vuelto poco después a la
vida, se cuenta que –cuando se trataba de un suicida- dicha experiencia no era
placentera (como sí lo es en todos aquellos que han sido declarados
clínicamente muertos por enfermedad o accidente y luego han vuelto a la vida y
han podido contar su experiencia). Esos suicidas que han tenido una segunda
oportunidad para seguir viviendo, coinciden en señalar cómo pasan a un mundo
parecido a eso que conocemos como “infierno”. Pero ¿quiere eso decir que existe
el infierno?
La
fuerza de nuestras creencias es tal que somos capaces (de forma involuntaria)
de crear ese ambiente en el que creemos. Ya se dice, y con razón, eso de “ten
cuidado con lo que piensas, porque puede hacerse realidad”. Y es que la fuerza
del pensamiento es capaz de “mover montañas”, como decía Jesús, y esto aplica
tanto para lo bueno como para lo malo.
Los
suicidas llevan consigo una enorme carga de negativismo, de pesadumbre, de
desesperación… y lo que encuentran es ese mismo ambiente en el que ellos mismos
se han visto envueltos. Pero ¿quiere esto decir que van a ser castigados
eternamente por ello? ¿Van a permanecer en ese mundo lúgubre toda la eternidad?
Al
llegar al otro lado, los suicidas son tratados como cualquier otra persona,
recibidos y acompañados por maestros, guías, antiguos familiares ya amigos que
lo reconfortarán y le ayudarán a reconducir su trayectoria vital espiritual,
pero… al haberse quitado la vida y al haber atentado contra la ley natural han
cosechado un suspenso. Y ¿qué pasa cuando nos dan un suspenso en nuestros
estudios? Pues que tenemos que repetir curso, tenemos que volver a estudiar la asignatura
y hasta que no nos la sepamos y aprobemos el examen no pasaremos de curso.
Está
muy claro: Cualquier problema no enfrentado en esta vida, debe ser enfrentado
en otra vida. Por eso, el castigo es repetir curso, volver a estudiar para que
aprendamos la asignatura y seamos capaces de aprobarla y pasar de curso.
Como,
afortunadamente espero, ninguno de los que estáis leyendo esto tenéis pensamientos
suicidas, quiero aprovechar para aplicar estas reflexiones a la práctica
cotidiana: Tenemos que afrontar la vida como una lucha y superación constante,
debemos ser rivales de nosotros mismos para intentar mejorarnos a nosotros
mismos cada día, y si no lo hacemos, es posible que saquemos malas notas, cosechemos
algún suspenso a final de curso y tengamos que estudiar todo el verano para
aprobar en septiembre… todo antes que tener que repetir curso.
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