Hay
muchas personas que no han tenido el más mínimo interés por tratar de averiguar
qué van a encontrarse cuando mueran. La palabra muerte les causa terror y un
mecanismo interno de autodefensa hace que su mente se cierre de inmediato,
ignore ese pensamiento, y se focalice en otros temas mundanos intrascendentes.
Sí, porque lo trascendente les da miedo, les obliga a pensar, les llevaría a
replantearse muchas cosas, entre ellas su comportamiento en esta vida terrenal.
Es la absurda técnica del avestruz: esconder la cabeza, cerrar los ojos a la
realidad, cuando presentimos que algo nos va a sacar de nuestro estado de
confort y de autocomplacencia.
Bueno,
pues a esos que ha estado toda su vida cerrando los ojos a otras realidades,
les diría que cuando traspasen el umbral de la vida, se encontrarán en una
situación tan completamente diferente a cuanto conocían que se quedarán totalmente
desorientados. Es como si al despertarte de un sueño te encontrases de pie en
medio del gentío en el andén de una estación de tren en un país extranjero del
que no conoces ni el idioma ni el alfabeto, por lo cual todo te resulta
extraño: lo que hablan, lo que aparece escrito en los letreros, los ropajes y
utensilios de los que circulan a tu alrededor, las cosas que hacen cuantos te
rodean…
Pero,
tranquilos, que hasta para esos desorientados hay una buena noticia: No estarán
solos. Ante ellos aparecerán seres amigos, personas que conocieron en esta vida
o en vidas pasadas y que ya murieron. Esas personas saldrán a recibirte y acompañarte,
te darán las explicaciones necesarias para que comprendas cuál es tu nueva
situación, y te darán fuerzas y energías para que te integres en ese nuevo
mundo que ahora se abre ante ti.
El arte de dar bien las malas noticias y no verse perjudicado por ellas…
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