Con objeto de aumentar la productividad los empresarios apuestan por un aumento de las horas de trabajo. Antes que contratar nuevos empleados, prefieren repartir el trabajo entre los que quedan y eso exige un mayor número de horas, algunas veces remuneradas como horas extra y otras, las más, sin ningún tipo de remuneración. Con cinco millones de parados los empresarios tienen justificación más que suficiente para decir “esto es lo que hay, si no te gusta hay unos cuantos miles de parados que desearían tener tu puesto de trabajo”.
Pero volviendo a la pregunta que encabezaba este comentario, y por mi experiencia en una compañía internacional, puedo afirmar que en España se trabaja mucho menos que en los países del centro y norte de Europa; por el contrario, en España se pasan muchas más horas en la oficina que en los citados países.
En el Reino Unido, en Suecia, en Alemania, en Dinamarca, en Bélgica, en todos estos y muchos otros países, he estado con mis respectivos colegas y hemos comentado también este aspecto. Allí no se pierde tiempo en charlas de despacho, ni en charlas de pasillo, ni en leer la edición digital del Marca, ni en tomarse un café tranquilamente después de la comida... Allí, cuando se trabaja, se trabaja; incluso la comida apenas si consume 20 minutos puesto que se limita a un sándwich (es su desayuno y su temprana cena las que hacen la función de nuestro tradicional almuerzo). Y allí, cuando llega la hora de finalización de la jornada laboral, todos salen disparados hacia sus casas; salvo alguna situación excepcional que así lo requiera, nadie se queda en la oficina más allá de ese límite de tiempo, y esto es así tanto en los empleados de tropa, como en los jefes.
Por eso, puedo afirmar que en España se trabaja menos pero se pasa más tiempo en la oficina y esto último tiene el efecto perverso de arruinar la vida personal y familiar, de desmotivar a los empleados ya que ven cómo se recompensa al que pasa allí más tiempo y no al que realmente trabaja más y mejor, y en producir un cansancio extra que hace perder productividad ya que un empleado cansado rinde menos que uno despejado.
Cambiar esta situación tan arraigada en nuestras costumbres se antoja harto difícil; sólo a través del trabajo por objetivos correctamente establecido, controlado y recompensado, podríamos rendir al máximo dentro de un horario laboral establecido que, al fin de cuentas, es de lo que se trata.
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