sábado, 14 de noviembre de 2015

Somos hijos de Dios (literalmente)

Si decimos que Dios concibió al hombre a su imagen y semejanza, debemos entenderlo en el sentido de que su esencia se derramó dentro de los seres creados. De esta forma, si tenemos en nuestro ser la esencia de Dios esto debe significar que también tenemos algún poder.

En nuestro interior reside lo que algunos llaman el “maestro interno”, un principio o poder que puede “hacer cosas”que nuestro ser físico es incapaz de hacer.

Nuestro ser físico, racional, puede sugerir a ese ser interno que reside en nosotros, que haga ciertas cosas, pero mientras no haya confianza entre nuestro ser interno y nuestro ser externo, no podremos conseguirlo.

Nuestro ser interno, nuestra alma, forma parte de esa mente suprema que llamamos Dios. Como hijos suyos tenemos poder para conseguir muchas cosas que el rudimentario ser físico en el que habitamos pueda siquiera imaginar; pero, eso sí, está claro que todo aquello que pidamos ha de ser bueno por naturaleza y provechoso para nosotros y los demás.

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