un viejo y derruido pozo,
con muros de dura arcilla
y polvo en su negro fondo.
y un año sin poder ver
una gota de agua o cieno
y temo el morir de sed.
Pido un milagro del cielo;
e imploro a Dios el tener
algún milagro pequeño.
y alzo a Dios mi pobre ruego
de poder calmar la sed
al pastor o al misionero.
con la que llenar mi seño.
Pido a la Virgen María
aquél milagro pequeño.
por ver mi muro tan seco,
y el buen misionero exclama:
¡Lluvia para este desierto!”
en el desierto infernal,
y esperando aquél milagro
rezó y se puso a llorar.
poco tiempo ha de durar;
pues la Reina de los Cielos
a este mundo ha de bajar.
y un rayo de sol se filtra
en un cielo que entristece
para anunciar este día.
este su muro tan seco,
y el aire envuelve una niebla
que lluvia está presintiendo.
en descomunal estruendo,
y su faz ve la esperanza
de aquél milagro pequeño.
las cercas de los rebaños
y todos gritan: “¿Qué es esto,
un castigo o un milagro?”
con la lluvia se humedecen
y la lluvia barre el polvo
y su interior se estremece.
el cansado corazón
de aquél pobre pozo que hace
penitencia y oración.
y la dicha comenzó,
pues la oración alcanzaba
el fruto que deseó.
ve agitarse su agua clara,
y una brecha está esperando
que por allí pase el agua.
entre capas impermeables
que han de estar alimentando
y dando jugo a su carne.
aquél pozo sustentó,
y en hermosa y fértil granja
el terreno convirtió.
en aquél lugar de ensueño.
¡Aquello fue un gran milagro,
no fue un milagro pequeño!
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