En mi camino por querer ser escritor, en aquellos
primeros balbuceos de la infancia, pude descubrir cómo las palabras tienen
fuerza, tienen ritmo, tienen latidos de vida que pueden transmitirse al lector.
En este pequeño escrito me lancé “al galope” para sumergirme de lleno en esa
experiencia del ritmo…
LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS
Ya se acercan en nubes de fuego y de odio. Ya vienen segando las vidas, matando
ilusiones, quitando alegrías. Son cuatro los hombres, con cuatro espadas de
muerte y de lumbre. Ya se acercan los cuatro jinetes del Apocalipsis: peste,
guerra, muerte y hambre. Ya se oye el griterío de muchedumbres de pánico, que
temen al fin de este mundo fanático; y se esconden tras derruidos muros de
polvo y ceniza. Las muchedumbres gimen en llanto sublime. Ya se acercan los
cuatro jinetes del Apocalipsis. Las huellas de lodo y de peste se hunden en
barro de muerte. Todo se acaba; y se oye el griterío de pánico de esta
gigantesca matanza. Las nubes de fuego arrasan las tierras y ya nada queda de
aquellos verdes sembrados. El final de todas las vidas ya está señalado. Ya
nada ni nadie los puede salvar. La hora final próxima está. El sol se oscurece.
La tierra se enfría. Tan solo se oye el griterío de muchedumbres de pánico. Los
cuatro jinetes han acabado con el gran desconcierto. Ya nadie vive, todos han
muerto. Con barro de fuego y de sangre en los cascos, los cuatro jinetes del
Apocalipsis han terminado. El sol se dispersa en horrenda explosión y los
caballos relinchan al ver terminada su triste misión.
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