La avena loca es una mala hierba, mala porque crece donde no
nos interesa que crezca, como por ejemplo el trigo o cualquier otro cultivo de
cereales. Y se llaman “malas hierbas” no porque sean malas (¡pobrecitas!) sino
porque son muy espabiladas y chupan del agua y de los nutrientes del suelo con
más avidez que el propio cereal, dando como resultado unas espigas canijas y
una avena loca esplendorosa. Por esto, los agricultores utilizan herbicidas
específicos que son capaces de matar o impedir el crecimiento de la avena loca
sin perjudicar lo más mínimo a los cereales.
En la empresa de agroquímicos ICI-Zeltia por fin se iba a
disponer un herbicida específico para avena loca de excelentes resultados.
Todos los ensayos habían sido espectaculares y los agricultores que habían
participado en los ensayos habían quedado entusiasmados. El producto se llamaba
“Splendor” y en la campaña de publicidad para su lanzamiento habíamos
seleccionado un modelo que decía “una cosecha espléndida con Splendor”. Se
hicieron folletos, pegatinas, cuñas de radio, spots de televisión, etc. Además,
para los puntos de venta hicimos unos expositores de cartón que reproducían a
tamaño real al modelo que repetía aquél slogan.
Pero algo salió mal. Cuando los agricultores compraron aquél
nuevo producto y lo probaron, vieron que los efectos del nuevo producto eran
mucho peores que los de cualquier otro producto que hubieran utilizado.
Comenzaron a llover las protestas y las reclamaciones y los distribuidores,
enfadados, hasta llegaron a coger aquél expositor del modelo que decía “una
cosecha espléndida con Splendor” y lo pusieron castigado mirando a la pared.
Aquella fue, que yo sepa, la primera vez que se ha castigado a un expositor de
cartón.
Bueno ¿y qué pasó? ¿Por qué falló el producto? Seguro que os
habéis hecho esta pregunta. Y también se la hicieron los responsables técnicos
de la empresa que no encontraban ninguna explicación: ni por dosis, ni por tipo
de suelo, ni por clima... Costó mucho trabajo averiguar la causa, hasta que al
final dieron con ella: para hacer los ensayos se había fabricado una pequeña
cantidad de producto (unas decenas de litros); sin embargo cuando se pasó a la
fase de lanzamiento hubo que hacer miles de litros, y fue ahí donde se produjo
el fallo, al pasar de una producción casi artesanal a una producción
industrial. Al final, hubo que indemnizar a los agricultores afectados y aunque
más tarde volvió a lanzarse el producto ya nada fue igual; la imagen que quedó
fue la del modelo del expositor castigado mirando a la pared.
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