Hay pequeños detalles que pasan desapercibidos en muchas
ocasiones pero que tiene su importancia. Si os fijáis, es frecuente ver en
muchas comidas de convenciones, reuniones de trabajo, etc. cómo el espacio está
distribuido en numerosas mesas de seis u ocho comensales. Cada uno se va
sentando con aquellos más afines, con los que tiene mejor relación y... ¿es esa
la mejor forma de “hacer equipo”?
El mundo del fútbol no se diferencia mucho del mundo
empresarial. Para un gran estratega de la motivación como Diego Pablo Simeone,
estos detalles insignificantes para muchos tienen su importancia: “En otros
equipos comen en mesas de cuatro o cinco. Se juntan según sus gustos,
nacionalidades, afinidades, y nunca comparten ese momento con el resto del
grupo. En mis concentraciones comen todos juntos (en una sola mesa) y todos se
relacionan. Todos se miran a la cara. Ese es el mensaje”.
Y tanto. Para motivar a los empleados de una empresa hay que
sentarlos a todos juntos en una mesa alargada o en forma de “U”. En esa mesa no
debe haber cabecera ni los jefes deben sentarse juntos sino repartidos y
mezclados con todos los demás empleados.
Simeone nos lo cuenta en su libro “El efecto Simeone (la
motivación como estrategia)”, pero yo puedo añadir que esta situación (la que
él utiliza) he tenido la suerte de vivirla en mi paso por AstraZéneca cuando
este fue el tercer laboratorio farmacéutico más importante del mundo.
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