Dicen que la verdadera
inspiración es el fruto de la transpiración, es decir, el resultado del trabajo
previo. Y estoy de acuerdo con ello, pero voy a añadir un pequeño truco para
que podáis alimentar y beneficiaros de vuestra inspiración.
Para alcanzar el impacto deseado
con nuestra comunicación es preciso haber acertado con el mensaje, con la forma
de expresarlo, con el medio o los medios de transmitirlo... es decir, nos
vendría muy bien estar tocados por la varita mágica de la inspiración para
obtener el mejor de los resultados. ¿Cómo se logra?
Lo primero, como ya apuntaba
antes, es el trabajo previo. Cuando tengáis que afrontar el hecho de comunicar
algo, lo primero es documentarse. Para ello hay que acudir a cuantas fuentes
fidedignas se nos ocurra e ir haciendo una primera lectura. Cuando consideremos
que ya tenemos material suficiente para poder escribir y plantear lo que
necesitamos comunicar, procederemos a hacer una segunda lectura, esta vez
subrayando aquellos datos, cifras, citas, párrafos, etc., que consideremos de
mayor interés para nuestro propósito. Y cuando hayamos terminado de hacerlo...
entonces... cerraremos la carpeta, cerraremos los ojos, y enviaremos un mensaje
a nuestro subconsciente diciéndole algo así como “yo ya he hecho el trabajo
previo, ahora te toca a ti trabajar, así que yo me voy a dedicar a otras cosas
y ya me avisarás cuando estés listo”. Y, efectivamente, eso es lo que hay que
hacer: estar convencidos de que nuestro subconsciente va a ser capaz de darnos
esa chispa de originalidad y acierto que necesitamos... y dejarle hacer.
A partir de ese momento nos
olvidaremos de todo el trabajo previo que hemos realizado y nos ocuparemos de
otros menesteres. Estad seguros que al cabo de unas horas, o de unos días (el
subconsciente resulta que sí es conciente del plazo real que nos exigen)
sentiremos algo así como una llamada interior, quizás sea una frase, una idea,
o ese titular que podría encabezar nuestro mensaje. Tan pronto como lo
recibamos, hay que escribirlo. Pero claro, esto no siempre es fácil porque ese
momento puede acontecer cuando estamos conduciendo, o cuando estamos en el
servicio, o cuando estamos caminando por la calle, o en mitad de una reunión...
No importa. Siempre hay que tener a mano un papel y un lápiz, y tan pronto
llegue esa idea hay que trasladarla al papel; es tan sólo cuestión de unos
segundos.
Bien, el subconsciente ya nos ha
avisado que está listo, por lo tanto, en cuanto sea posible, lo más rápidamente
posible, hay que apartarse de las demás ocupaciones, coger papel y lápiz (hoy
en día suele ser el ordenador) y ponerse a escribir todo lo que nos salga a
partir de esa idea. Veremos cómo tan pronto comencemos a escribir, las palabras
se van a ir agolpando y a salir una tras otra. Debemos dejarlas que salgan tal
como ellas quieren, sin retoques ni censuras.
Finalmente, cuando se haya
terminado de escribir, será el momento de repasarlo para corregir alguna cosa o
añadir o quitar cualquier otra, pero nos daremos cuenta que el resultado es de
nuestra entera satisfacción.
Para quien no haya practicado
nunca esta técnica hay que recordarle que es muy sencilla pero indudablemente
no tiene por qué salir de forma perfecta a la primera. Lo importante es
acostumbrarse a trabajar sobre una idea, dejarla después reposar en la mente
mientras nos ocupamos de otras cosas, y finalmente dar rienda suelta a todas
las ideas que en un momento dado brotarán de nuestro subconsciente
reflejándolas en el papel.
El trabajo previo siempre es
necesario, pero también lo es el dejar trabajar a la mente para que nos aporte
esa chispa diferenciadora que otorga a unos mensajes la atracción del lector
frente al paso desapercibido de los demás.
(Continuará)