viernes, 6 de abril de 2012

Salvados o condenados por nuestras propias ideas


No hay ningún momento de nuestra vida en que todo el cuerpo esté normal. No hay ni un momento en que nuestro cuerpo no esté luchando contra los gérmenes que viven a nuestro alrededor e incluso dentro de nosotros. Siempre tenemos alguna parte del cuerpo a punto de resentirse por cualquier exceso que hayamos cometido o como reacción a algo que hayamos comido o bebido. Estas condiciones, que no son serias ni importantes, son –sin embargo- un campo fértil para cualquier idea y esas ideas condicionarán en buena medida la salud de nuestro cuerpo.

El ser humano tiene la tendencia de aceptar como verdad lo que quiere creer o lo que cree que es un halago a su capacidad de razonar. Da igual de qué idea o creencia se trate; cualquiera que sea la idea aceptada por nuestro cerebro, está se convierte en una ley para nosotros.

Cada una de esas ideas se convierte en ley no sólo en la consciencia del individuo, sino también en todos los procesos fisiológicos de la naturaleza de dicho individuo. No importa que haya o no algo cierto en esa idea, que sea real o una simple ilusión o alucinación. El hecho cierto es que cualquier idea o creencia que tengamos se transforma siempre en algo dinámicamente físico. La aceptación de esa idea establece una ley de acción en el cuerpo y a partir de ahí la mente procede a construir y crear los síntomas reales que mentalmente se han aceptado.

Por ello, las ideas positivas generan salud y las negativas enfermedad. Y siendo así las cosas, resulta que somos nosotros mismos, con nuestras propias ideas, quienes tenemos la llave para mejorar nuestra salud o por el contrario condenarnos a la enfermedad a nosotros mismos.

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