Cuántas veces la razón tapona mi cerebro
para impedir que piense, para evitar que sea
diferente.
Cuántas veces, inmerso en el gentío, me siento acompañado
frente a la soledad ruidosa de mentes vacías
que ni siquiera saben que están solas.
Y todo mi entorno me aprisiona,
me empuja a ser vulgar, a no pensar,
a moverme por la inercia, mano misteriosa
que gobierna el destino de los zombis
sin explicar el por qué, sin dar razones.
Y tengo que luchar, constantemente,
para poder mantener y proseguir mi rumbo
diferente.
Y debo fomentar más y más mi ser interno, humano,
para poder reventar la puerta bloqueadora
y dejar en estampida
salir los sentimientos.
Me niego, no voy a seguir el juego
de ser fracción de una manada,
punto perdido en un rebaño.
Aunque me cueste, aunque me duela,
prometo hacer y así lo hago
(lo estoy haciendo)
vencer en cada instante la fuerza extraña
que succiona el alma y te deja vivir
estando muerto.
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