Otros ministros, en cambio, prefieren cambiar de versión cada cinco
minutos, como uno que atendió a un político de otro país que aterrizó en España
y no tenía permiso para pisar suelo español. Este ministro dio tantas versiones
contradictorias que ya ni él mismo sabía con cuál quedarse.
Un vicepresidente que se pasó la vida renegando de los privilegios de la
clase política, y se mostraba orgulloso de su modo de vida modesto y de su
barrio… en cuanto llegó al poder se compró un chalet de lujo y ya no desprecia
ninguna de las prebendas oficiales.
Ese mismo vicepresidente que animaba al “escraching”, es decir, al acoso a
un político rival tanto en la vía pública como a las puertas de su domicilio,
diciendo que eso era “jarabe democrático”… cuando le tocó ser él la víctima del
“escrache” protestó y consiguió que varios coches de policía vigilasen su domicilio
e impidiesen el paso a los manifestantes a suficiente distancia como para que
no llegara a su mansión el ruido de la cacerolada.
Un diputado del partido en el Gobierno criticó las manifestaciones de un
partido de la oposición diciendo que esa era la manifestación de un barrio de
gente rica… sin darse cuenta que él también vivía en ese mismo barrio.
Y así hasta el infinito… Y esto no
son opiniones; está en la hemeroteca.
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