En
este villancico no sólo nos desconcierta el incontable número de campanas sino
también el resto de incongruencias de su letra. Veamos:
“Campana
sobre campana y sobre campana una, asómate a la ventana, verás el niño en la
cuna. Belén, campanas de Belén, que los ángeles tocan ¿Qué nuevas me traéis?”
Ningún
historiador nos habla de que en Belén hubiese campanas y mucho menos unas
encima de otras y sonando a todas horas. Tampoco consta que frente al portal
hubiese un edificio con ventanas desde las cuales se pudiese ver lo que sucedía
en dicho portal que, en realidad, era un establo.
“Recogido tu rebaño ¿a dónde vas pastorcito? Voy
a llevar al portal requesón, manteca y vino. Campana sobre campana y sobre
campana dos, asómate a la ventana porque está naciendo Dios”.
Si
antes nos decían que el niño estaba en la cuna, ahora van hacia atrás en el
tiempo y nos dicen que ‘está naciendo’. Y si antes nos decían que había muchas
campanas, unas encima de otras, ahora nos dicen que sólo había dos.
“Caminando
a medianoche ¿Dónde caminas pastor? Te llevare a cuidarte como a Dios, mi
corazón.
Por
fin en esta última estrofa se ofrecen a cuidar a ese pastor, algo muy necesario
ya que debía estar hasta el gorro de tanta campana.
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