El 15 de octubre de 1923 se celebró en Daimiel una velada artístico literaria con motivo de la fundación de la asociación de “Caballeros de santa Teresa” en el transcurso de la cual se leyó este poema de Mercedes Fisac Clemente (Daimiel, Ciudad Real, 1889-1981) dedicada a la santa. El poema fue leído por su hermano Rafael y todo el contenido de esta gran velada artístico literaria quedó reflejado en un libro publicado en Ávila, en 1924, como recuerdo del centenario (1622-1922) de la canonización de santa Teresa de Jesús. En la introducción de dicho libro podía leerse:
“¡Santa Teresa de Jesús! A ti y sólo a ti va dedicado este libro. Tú, que eras tan agradecida, que, según frase tuya, tan graciosa como profunda, ‘te dejabas sobornar por una sardina’ compensa la buena voluntad de cuantas personas han intervenido en esta Asociación y homenaje, y otórgales tu protección que con ello ya está dicho cuanto desearse pudiera”.
Vaya, pues, sin más dilación, el recuerdo del poema dedicado por Mercedes Fisac Clemente a santa Teresa:
SANTA TERESA, MAESTRA
Euntes ergo docete omnes gentes
(Id, pues, y enseñad a todas las gentes)
¿Hay acto más grande,
hay obra más alta
que la que en el mundo
se ejerce enseñando
la fe que nos salva?
¿Hay empleo más digno de encomio,
hay destino que más satisfaga
el deseo de todos los seres
que aquél cuyo objeto
es formar para el cielo las almas?
Las naciones se agitan buscando
la paz que les falta,
las familias no encuentran apoyo
de un amor superior alejadas,
y los hombres que a Dios han buscado
no han hallado otra fuente más clara
donde ver las virtudes o vicios
que tienen las almas,
que la sabia doctrina de Cristo,
que el Asilo o Escuela cristiana...
¡Que esa fuente que mana del cielo...!
¡Que esa luz que se llama Enseñanza!
¡Enseñanza! ¡Palabra bendita
que el Maestro Jesús pronunciara
al pisar los senderos del mundo
buscando las almas!
¡Enseñanza! ¡Palabra de gloria
que hace tiempo en Belén resonara
anunciando la paz a los hombres
si al Dios humanado
seguían y amaban!
Y a la par que los reyes de Oriente
pedían a Cristo
el pan de enseñanza,
¡Lucifer en el alma de Herodes
a la escuela de Cristo infamaba!
¡Y han seguido las huellas de Cristo
penitentes y vírgenes santas...!
¡Y han seguido torcidos senderos
las conciencias por culpa manchadas!
¿Qué hace falta ante el cuadro penoso
que ofrecen las almas
que han seguido a Luzbel, renegando
de la escuela que Cristo fundara?
Escuchad un momento a Teresa,
oíd a la santa,
que en la escuela más grande, en el mundo,
a todos, con gusto, oía y hablaba.
Es la monja que funda Conventos
y allí lleva a sus hijas amadas,
la que admira a los hombres más sabios,
la que al hombre más rudo le encanta,
es Teresa, la monja andariega,
-por su celo ejemplar motejada-
la que sufre por Dios y nos dice
que “¡Sólo Dios basta!”.
¡Es Teresa, la madre Teresa,
la que a todos atrae y halaga,
conquistando a Jesús corazones,
cautivando a la vez con su gracia!
¡Ah! ¡Teresa es maestra! ¿Y qué enseña?
¡Nos enseña la ciencia más alta!
Y por eso después de su muerte
la veis exaltada,
ostentando su libro y su pluma,
elevando al Señor su mirada
y escuchando al Espíritu Santo
¡el Maestro que ilustra su alma!
Imitad a Teresa, maestros,
su consejo es preciosa enseñanza;
imitad a Teresa, letrados,
sus conceptos las dudas aclaran,
imitadla también, sacerdotes,
procurando la paz de las almas.
¡Oh Teresa, bendice la pluma
de quien llena de amores te canta!
Y tú que eres la flor del Carmelo,
y tú que eres la gloria de España,
haz que aleje tu luz los errores
que contienen doctrinas nefandas
y resurja en los centros docentes
la doctrina que Cristo fundara,
siendo tú desde el cielo la antorcha
que ilumine la escuela primaria,
siendo el faro que brille en el mundo
difundiendo cristiana enseñanza...
¡Siendo el sol que en sus rayos candentes
abrase las almas!