jueves, 23 de febrero de 2012

Cuando el nombre es un problema


Algunos laboratorios farmacéuticos tienen en el propio nombre que los identifica uno de sus principales rivales para que el público general los identifique y recuerde. Si yo hablo de “peficer” es posible que muchos no sepan a quien me refiero, pero tanto este nombre como el de “faiser” serían –para las personas que no saben inglés- el nombre de ese desconocido laboratorio líder cuyo nombre se escribe “Pfizer” y la mayoría no sabe pronunciar.

Cuando otros se refieren a “geseca”, en realidad quieren decir “GSK”, pero si intentáis que pronuncien el nombre completo “Glaxo SmithKline”, o sea “glaxo esmizclain”, lo único que conseguiréis será liarlos.

Hay otros que ya, de entrada, son más impronunciables, como “boeringer ingeleim”, o sea, Boehringer Ingelheim” y otros a los que por no ponerles el acento que cualquier palabra esdrújula debe llevar los pronuncian mal. Tal sería el caso de AstraZeneca, que lo pronuncian como palabra llana, es decir, con acento ortográfico en la penúltima sílaba –que suena “astrazenéca”- cuando debería pronunciarse “AstraZéneca” para lo cual debe llevar acento gráfico en la sílaba “Zé”.

En cambio otros lo tienen mucho más fácil, tales como Bayer, Novartis, Almirall, etc. algo que beneficia enormemente los resultados de la comunicación y publicidad.

Cuando se crea un laboratorio y se busca un nombre para el mismo, la primera regla de oro que debe seguirse es la de darle un nombre que, además de ser corto, fácil de ecordar, etc., sea también fácil de pronunciar en todos los idiomas.

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