Con 16 años cumplidos mi gato había perdido su vitalidad de antaño. Ya no quería jugar, ni se le veía correr por el pasillo, ni saltaba a las sillas ni se subía a cualquier mueble. Su única actividad consistía en cambiar su sitio de descanso y cuando quería algún mimo, simplemente se plantaba delante de ti para que lo cogieras en brazos. Como la edad no perdona, también había perdido algunos dientes y no quería o no podía ya comer la comida dura que le daba... pero surgió el milagro y poco a poco comenzó a rejuvenecer de nuevo: tenía un apetito insaciable, volvió a pegar saltos para subirse a las sillas, a las mesas o directamente a mi regazo para descansar allí mientras veía la tele; y cada vez fueron más frecuentes sus carreras por el pasillo. ¿Qué había pasado? ¿Cómo se había obrado tal milagro? La verdad es que le di muchas vueltas al asunto hasta que encontré cuál era la causa, la única posible: al ver que no podía comer la comida dura le compré en Carrefour otra comida que, al ser para gatitos pequeños, estaba preparada en trocitos muy pequeños; esa comida le gustó y pudo comerla, y poco a poco la energía de esa comida especial para gatitos lo llevó (y no de forma metafórica sino real) a una segunda infancia. Esa sencilla bolsa de comida que lleva destacado un letrero que dice “Gattini”, junto con una foto de un gatito bebé, le ha devuelto la juventud.
PD.- Será cuestión de que yo también la pruebe...
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