Asisto con estupor a contemplar cómo la gran mayoría de los ciudadanos y de los políticos (que son una especie aparte) entran al trapo del faso debate sobre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. El parlamento catalán quiere prohibirlas alegando que es una costumbre primitiva y salvaje, y que hay que evitar el maltrato animal. En el otro extremo, la presidenta de la Comunidad de Madrid quiere declarar las corridas de toros como “bien cultural”. Y entre medias todos los ciudadanos defendiendo una u otra postura.
Es increíble que no se den cuenta de que este debate es completamente falso. No quieren prohibir las corridas de toros para defender los derechos de los animales, sino porque las corridas de toros se relacionan con “España” e incluso se les llama “la fiesta nacional”, y claro, los políticos catalanes que promueven esta iniciativa quieren la independencia de Cataluña (aunque una independencia relativa, ya que desean seguir recibiendo dinero del Estado español y seguir jugando sus equipos de fútbol en la Liga española, por citar sólo dos ejemplos) y no quieren, por tanto, que haya símbolos nacionales en su “país” (ahora ya multan a los establecimientos por rotular en español).
Prueba de todo lo anterior es el hecho de que dicen “no” a las corridas de toros (que son españolas), pero dicen “sí” a los “toros embolaos” (que son catalanes), una auténtica salvajada que se practica en diversos pueblos de Cataluña. Más hipócrita no se puede ser; pero como se ve, casi todos entran al trapo.
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