Me voy unos días fuera y ¿qué me encuentro al volver?: Un país en plena descomposición.
La gente reclama más que nunca el derecho de asesinar indiscriminadamente fetos (todos nosotros hemos sido fetos aunque algunos no han seguido evolucionando); también se está más cerca de conseguir el derecho de eliminar a todos los que quieran largarse de este mundo y también a aquellos que no saben que se quieren ir pero resulta que hay otros muchos empeñados en decirles que aquí sobran; los “estudiantes” podrán pasar de curso con cuatro suspensos, o sea, pasar de curso sin dar ni palo; los que viven en algunos de los países ubicados en la península ibérica van a tener que aprender a tirase pedos en el idioma local porque ya ni en su casa se les dejará hablar español; los médicos, que se preparen, porque van a ser los esclavos de este nuevo siglo con 65 horas o más de trabajo a la semana y sueldos de mierda (y el que no lo quiera que se largue, que traemos médicos de Cuba o de Zimbawe, y los enfermos de allí que se las apañen, ya les daremos una limosna del 0.7%); el modelo español de farmacia, que permite una asistencia profesional e inmediata en cualquier lugar de la geografía, va a pasar a los libros de historia, porque dentro de poco las farmacias serán cadenas en propiedad que abrirán los empresarios en los sitios más rentables, en donde no sea rentable, que se aguanten y viajen; los consultorios médicos, a partir de ahora se abrirán en los supermercados, y así los pacientes distraerán la espera haciendo la compra, en vez de estar atendidos por un médico que los conozca y conozca su historia clínica... y encima va el Atleti y la caga.
Total, ¡que no os puedo dejar solos! ¡Mecáchis!
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