Nunca
debemos olvidar que el inconsciente es quien debe guiar al consciente. Y
decimos esto porque al haber hablado antes de los onironautas (aquellos que son
conscientes de que están soñando y en consecuencia toman el control del sueño
para dirigirlo y disfrutarlo según sus preferencias), parece tan atractivo eso
de ser onironauta que podría abocarnos a procurar tomar siempre el control de
nuestros sueños. Y ni tanto ni tan calvo. Todas las cosas en su justa medida.
Los
sueños cumplen una función importante en nuestra salud física y mental; nos
sirven de fuente de inspiración, de solución de problemas, de restauración del
equilibrio mental… Por eso hay que dejar que nuestro inconsciente esté libre y
sea él quien guíe a nuestro consciente.
Una
cosa es tratar de conseguir ese poder de controlar nuestros sueños, y otra muy
distinta hacer que siempre los controlemos. No todo tiene que estar bajo
control riguroso, también es necesario dejarnos guiar para recibir los grandes
beneficios que a través del inconsciente pueden llegar a nuestra razón.
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