El
alma humana, aunque procede de Dios, no tiene consciencia de su perfección y es
por esto que se reencarna muchas veces para ir adquiriendo esa necesaria
consciencia de sí misma. Se trata de un ciclo de “prueba y error” para ir
avanzando por el camino de la perfección. Se trata de ir adquiriendo
consciencia de uno mismo, del camino de esfuerzo y superación que debemos
recorrer, y de la meta –de integración final con Dios- a la que debemos llegar.
Por
eso nuestra alma, aunque esté encarnada ahora en este cuerpo, sigue manteniendo
un lazo de comunicación con su fuente original, con esa “alma universal” de la
que procede, y de ella obtiene la inspiración y el conocimiento.
De lo más humilde a lo más sagrado…
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