La
sociedad materialista da mucha importancia al cerebro, como si nuestro verdadero
yo estuviese ahí. Sin embargo, el cerebro, como el resto de nuestro cuerpo, no
es sino un montón de materia inanimada que comienza a vivir cuando el alma
entra en él, y que muere cuando el alma lo abandona.
Nosotros
somos, pues, el alma, y el cuerpo no es sino el embalaje provisional de la
misma. La consciencia está en el alma, no en el cerebro, y cuando morimos
nosotros, y por consiguiente muere también nuestro cerebro, nosotros (que somos
alma) seguimos viviendo.
Y
¿qué es esa energía inmortal a la que llamamos alma? Es una fracción de una
energía superior que nos engloba a todos y que procede de Dios mismo.
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