Jung
observó que había unas estructuras psíquicas similares en todos los relatos de
las culturas antiguas, al igual que se observa en el estudio de los sueños, por
eso llegó a la conclusión de que todos los seres humanos estamos sometidos
desde el mismo momento de la concepción a una influencia primordial que llamó
“inconsciente colectivo”
Según
decía, “nuestro cuerpo conserva vestigios de su desarrollo filogenético. Pues
lo mismo sucede con el espíritu humano”. Es decir, tanto nuestro cuerpo físico
como nuestro espíritu heredan experiencias ancestrales que han quedado impresas
en ese inconsciente colectivo.
Pero
este “inconsciente colectivo” es algo que también podemos comprobar en los
animales, los cuales saben desde su nacimiento, y sin que nadie se lo enseñe,
muchas cosas necesarias para su supervivencia (cómo pedir comida, cómo
defenderse de los ataques, qué se puede comer y qué no, etc.).
El
“inconsciente colectivo” viene a ser –por poner un ejemplo moderno- como la
“nube de Internet”. Ahí se van subiendo y almacenando todas las cosas que los
internautas crean y manejan desde sus terminales y están disponibles para su
uso por cualquier internauta que esté autorizado a acceder a esa “nube”.
En
el caso del ser humano debemos considerar a ese “inconsciente colectivo” como
una maravillosa biblioteca en donde han quedado recogidas todas nuestras
experiencias y todos nuestros conocimientos, y están disponibles para nosotros.
En unos casos nos llegarán como instinto, inspiración, etc.; en otros casos, si
somos capaces de entonarnos con la mente universal, podremos beber directamente
de su sabiduría.
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