La
Neurología se ha ocupado profundamente del estudio de los sueños y ha
descubierto cómo un neurotransmisor, la dopamina, juega un papel fundamental en
la producción de sueños.
Las
personas que padecen esquizofrenia, por ejemplo, tienen un exceso de dopamina y
eso les produce delirios y alucinaciones. Cuando se les administran
medicamentos para frenar la producción de dopamina se ha observado cómo cesan
esos delirios y alucinaciones, pero cómo si se pasan con la dosis y frenan de
forma exagerada la dopamina, suprimiendo totalmente los sueños, se producen
otros efectos secundarios tal como se ha observado en voluntarios sanos cuando
se les privada del sueño, lo que les conducía a un estado de irritabilidad,
falta de concentración, etc.
Como
todo en esta vida, la virtud está en el centro, en la moderación, en el
equilibrio. Dopamina, sí, pero en su justa medida.
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